UEscépticos y Spexit

GABRIEL GARCÍA

El reciente fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en favor de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras ha servido para que un espontáneo y fugaz brote euroescéptico cope algún titular en los medios presuntamente informativos. Espontáneo, porque de la noche a la mañana nos hemos encontrado como noticia relevante lo que otros llevamos tiempo reivindicando desde las catacumbas; y fugaz porque este euroescepticismo difundido por los medios durará lo que a determinados sectores políticos les interese agitar que desde Bruselas legitiman a los secesionistas aspirantes a marcar la formación y agenda del posible Gobierno de España. Y siendo esto un problema serio, el espaldarazo de la Unión Europea a los secesionistas no es el principal motivo por el cual la corriente euroescéptica, o mejor dicho UEscéptica, tendría mucho que decir en un hipotético debate público sobre la permanencia de España en las instituciones comunitarias.

Durante el último curso se denunció, por medio de la Coalición ADÑ, que la Unión Europea había supuesto para España una preocupante y desmedida pérdida de soberanía. Con un tejido industrial desmantelado y un sector primario secuestrado por la mafia institucional de las subvenciones, se llamó a reivindicar la necesidad de controlar nuestras fronteras y de decidir cuáles eran las políticas más apropiadas para el bienestar de los españoles. La motivación no residía en ningún deseo de retornar a modelos autárquicos, ni de cerrarnos al resto del mundo, sino de volver a relacionarnos con otros Estados en igualdad de condiciones y sin intermediarios parasitarios al servicio de los mercados y de la causa neoliberal. Los recientes promotores virtuales del Spexit, por tanto, no han promovido nada original y, es más, habría que ver cuál es su propuesta de una España posicionada al margen de la Unión Europea; como bien se ha señalado, si Reino Unido se ha posicionado en contra de permanecer en el club de Bruselas se debe a un mayor acercamiento con los Estados Unidos de América, algo natural teniendo en cuenta la aspiración anglosajona a mantener el poder político y económico que todavía permanece en Washington y Londres a la espera de los cambios que puedan venir de aquí a una década, especialmente desde Pekín.

Las propuestas sobre la política exterior de España no deberían regirse por los calentones de turno. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea no ha contribuido mucho más a la causa secesionista que los gobiernos socialistas y populares que, por medio de las autonomías, les concedieron medios económicos y autoridad política con la que creerse amos y señores de sus feudos. Si fuera de España reciben la tóxica propaganda secesionista sobre presos políticos y exiliados no es por culpa de Bruselas, sino de la casta política de 1978 ahora acompañada de la nueva casta surgida a partir de 2014. Algo muy importante debe distinguir al verdadero patriota UEscéptico del patriotero euroescéptico circunstancial: nosotros queremos un nuevo orden político y económico donde las patrias y pueblos de Europa sean libres de los mercados al servicio del neoliberalismo, sin bases militares estadounidenses al servicio de intereses ajenos. ¿Cuestionan los promotores del nuevo Spexit el neoliberalismo más allá de la demanda de mano de obra inmigrante? ¿Exigen la retirada inmediata de las bases de la OTAN del territorio español, o al menos cuestionan su presencia? En la respuesta está la diferencia entre el veterano opositor a la Unión Europea, amante de la Europa tradicional y férreo defensor de las relaciones políticas y comerciales entre los diferentes Estados del continente; y el momentáneo patriotero euroescéptico que legítimamente se siente dolido por el respaldo internacional que han recibido los enemigos de España, pero que no se preocupó por la destrucción del trabajo de los productores españoles desde el año 1986 hasta el día de hoy.

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