Supercopa de ¿Arabia?

GABRIEL GARCÍA | Habrá quien considere que hablar de fútbol tras la reciente convocatoria electoral es una frivolidad, hacerle el juego al Sistema y todas esas acusaciones que tanto se leen por las redes sociales. Y lo sería si nos limitáramos a plantear la futura Supercopa de España en Arabia Saudí como un asunto estrictamente deportivo, olvidando lo que suele haber detrás del césped. No va a ser el caso. La de esta temporada no será la primera Supercopa de España disputada fuera de nuestras fronteras. Siguiendo el ejemplo de otras federaciones futbolísticas como la italiana, hace un año ya se disputó una final entre Barcelona y Sevilla (eliminando así la ida y vuelta que caracterizaba al torneo) en la ciudad marroquí de Tánger. No contento con el experimento de 2018, Luis Rubiales promovió una reforma del torneo que incluyera en la próxima edición (es decir, en la de esta temporada) a los tres principales equipos de España, con el Valencia como cuarto en discordia, y como sede no pareció encontrar un lugar mejor que Arabia Saudí.

Dinero para otras categorías (incluyendo el fútbol femenino), promoción de España de cara a albergar un Mundial para el año 2030, relanzar la competición, utilizar el fútbol como motor del cambio social… la Federación Española de Fútbol ha tenido que utilizar sus mayores dotes propagandísticas para disuadir a la opinión pública de la conveniencia de llevar el nuevo torneo a un país del que se recela a nivel internacional en materia de dignidad humana tanto como se le busca a la hora de hacer negocios; sobre todo, cuando el propio Luis Rubiales se ha negado en rotundo a los ingresos económicos que también prometen quienes apuestan por disputar partidos de La Liga en Estados Unidos como estrategia de mercado. Cualquiera diría que, a pesar del cambio en la presidencia del organismo, la situación no ha cambiado mucho desde la entrada en prisión de Ángel María Villar y el nepotismo federativo sigue corrompiendo el fútbol español en dura pugna con la Liga de Fútbol Profesional.

La relación institucional entre España y Arabia Saudí no es nueva. Precisamente nuestro país ha tenido durante mucho tiempo un Jefe de Estado, Juan Carlos I de Borbón, de quien es vox populi su buena relación con la monarquía petrolera de Riad. Como también es conocido y denunciado desde hace tiempo que Arabia Saudí patrocina la construcción de mezquitas y la prédica islámica en suelo europeo , incluyendo el español. La polémica con este episodio de la Supercopa de España ha venido por la monserga del feminismo institucionalizado que, en una brecha del mundo alternativo en que vive, se ha percatado de la situación de las mujeres bajo los gobernantes de Riad y, con la boca pequeña, han puesto un poquito el grito en el cielo; tampoco mucho, ya que poderoso caballero es Don Dinero y eso lo puede asegurar el alcalde de Cádiz, el podemita Kichi, que bien tragó con un astillero que construiría armamento para Arabia Saudí con tal de que un rechazo rotundo, en la línea de lo que teóricamente se defendía en su entorno, hubiera abortado su próxima campaña electoral; a la vista de los resultados, la apuesta no le salió mal cuando salió reelegido cumpliendo aquella expresión de Pablo Iglesias sobre que la política conlleva cabalgar contradicciones.

Dinero. Da lo mismo que hablemos de euros o de dólares, de billetes en papel o de datos bancarios informatizados. El motor de las instituciones del mundo en que vivimos habla un único idioma y no es el inglés. Bajo su yugo quedan reducidas o se reorientan sobre la población las consignas de toda índole. El fútbol, como medio de entretenimiento de masas, no iba a ser menos y por eso hace tiempo que fija sus horarios en función del uso horario de los países asiáticos que del socio que paga su abono para disfrutarlo en directo; tras las giras veraniegas donde se concede prioridad a los compromisos con el patrocinador de turno que a la preparación física del equipo, o los fichajes de relumbrón cada vez más inflados, ¿qué importa que un torneo que debería disputarse al principio de la temporada se juegue a mitad de la misma, a pesar de que el objetivo sería descongestionar el calendario de partidos, o que un partido de La Liga se dispute en Chicago, Riad o Pekín en lugar de Madrid, Barcelona o Sevilla? Es el mercado, dicen. O más bien la mercantilización de la existencia humana hasta el más mínimo detalle.

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