“¡TODO POR LA RAZA!”, visión hispánica de un californiano

CHRISTIAN SÁNCHEZ

“Somos mexicanos a mucha honra y eso también conlleva el apego y el amor a nuestra madre patria que es España». Eso es lo que me decía mi padre desde que era un crío y sus abuelos a él, de boca en boca, corriendo de generación en generación como el viento de la sierra de Jalmich, lugar del cual mis padres eran oriundos y escuchaban decir que nosotros veníamos de los españoles, entre voces de orgullo y nostalgia de esos tiempos de misterio venturoso. Sólo es necesario mirar a mis paisanos del pueblo llevar el ganado con destreza de jinete para reafirmarme en la riqueza hispana. Con aspecto de criollo pero con las costumbres mestizas sentí la necesidad de entender la importancia de nuestra gran identidad que se expande desde Manila hasta Nápoles; huellas imborrables como el código genético de nuestro estilo de vida y valores, me aportaron –aún sin saberlo- las riquezas de la identidad de dos mundos en una sola sangre universal con derecho y deber de defender la hispanidad.
Yo nací en California de padres mexicanos, repito siempre que llevo 2 patrias en el alma, un amor profundo a mi identidad. Mis años aquí a España me lo hicieron ver y entender la verdadera identidad americana, culturas complejas y lejanas en el espacio pero compatibles como pan y vino, ya que como dijo Federico García Lorca «El español que no conoce América, no sabe lo que es España».

Figuras como Ramiro de Maeztu, Ramón María del Valle-Inclán, José Antonio Primo de Rivera y Ramiro Ledesma defendieron esta causa para resurgir como grandeza de aquel Imperio donde el sol nunca se ponía, y es ahí donde encontré la lucha poética de Falange Española de las J.O.N.S., con su doctrina que protege este destino de la unidad social de todos los países hispanos y su unidad territorial que ahora está amenazada por el separatismo enloquecido, de odio por todo lo español y católico. Sufro lo indecible al ver cómo el resto de las nefastas organizaciones políticas son responsables directas de que el capitalismo -desorbitadamente inhumano- imponga su yugo a nivel internacional, acabando con toda visión trascendente de la existencia con una fiereza tan fuerte que el marxismo queda a su sombra para terminar de destruir por completo los valores de nuestra identidad y las del resto del mundo.

Conservar la herencia de nuestros ancestros y su elemento de sacrificio, dispuestos a todo por la honra y la fe es una esencia del sentido español que se mantuvo intacto como el insecto en el ámbar por el transcurro de los siglos, y como yo habrá muchos de la raza que tengan y sostenga el mismo sentido del espíritu hispano. Debemos, con voz y pluma, despertar el legado imperial del resto de nuestros pueblos; volver a creer en nuestra nobleza y orgullo. ¡Levantemos entre todos la bandera de la Hispanidad que son todas o sólo una, forjando valores de la pureza de la religión católica, independencia ante las políticas exteriores liberales y la unión entre iberoamericanos y españoles para un destino de grandeza! Ahora parece estar más que olvidado el objetivo de esa bandera que representaba, ya enterrada por el ultraje de nuestras aberraciones de líderes masones y sionistas que viven y permanecen para castigar o condenar a nuestra sociedad con cadenas de esclavitud desde la península hasta las Américas. ¡Despertemos ya!, tenemos el quehacer y la obligación moral de defender lo nuestro; evitar, cueste lo que cueste, que sigan haciendo palidecer y desaparecer la raza hispana con tantos instrumentos ideológicos. Reparten -como una miasma, por todo el continente- las mentiras del manifiesto americano y de la leyenda negra, con la ayuda del conjunto separatista que en España hace estragos desde Andalucía hasta las Vascongadas. Ninguna «región» se libra del pecado del nacionalismo, forjado de la miseria e injusticia de nuestros gobiernos, pero jamás será posible deshacerse de las profundas raíces sembradas en dos mundos que chocaron y entrelazaron su sangre y almas de guerreros para dar fruto a una grande y gloriosa fuerza hispana que el mundo jamás olvidaría.
Me gusta siempre recordar que unas de las razones por las que la Nueva España se emancipó para ser México fue que el liberalismo del tratado de Cádiz era unas de las grandes razones por que el padre de la patria mexicana, Agustin Iturbide, dejó de ser realista y llevar la consumación de independencia con su Ejército Trigarante de españoles criollos, mestizos e indios en esas tierras donde la fe católica era lo que los unía a ese destino donde la corona de Fernando VII apestaba más que de sobra.

La hispanidad es una fórmula fundamental para la vitalidad del pueblo hispano y sólo los más despiertos podrán ver esta herencia como un instrumento imprescindible para mantenernos fuertes en la protección cultural y territorial de nuestras respectivas patrias que amparan el destino común. No olvidemos que la fe católica es parte del tronco de nuestra identidad y pilar del estilo de familia que necesitamos para promover el bien. Es verdad que los que más defienden esta idea de unión son aquellas poblaciones en América con formas culturales, sistema de valores e identidad más orientados al elemento español, pero eso también significa que tienen en su deber imperioso la labor de combatir las falsedades e ignorancias que implementan sobre todos los territorios americanos. Siempre, cuando hablan los indigenistas de que los españoles nos robaron el oro, yo les diría «dejad a los peninsulares en paz hombre, mejor hay que reclamarle a nuestros propios antepasados, de los cuales somos herederos”.

No van a dejar de perseguir nuestra identidad y difamar para que uno sienta asco de su propia gente, lo consiguen a través de las aulas donde la doctrina es eficaz en busca de una cabeza de turco para explicarles por qué no hay indios americanos en Estados Unidos. También se les llena la boca de pavo al grito de “Happy Thanksgiving”, como diciendo : “mira, celebramos la unión de los colonos e indios” pero bien se sabe de las masacres genocidas producidas después. Y es que hasta en eso, pero sin genocidio alguno, los hispanos tenemos todo que enseñarles, ya que los primeros en celebrar el famoso Día de Acción de Gracias fueron los conquistadores españoles que junto a Pedro Menéndez de Avilés compartieron con los nativos de América una comida cincuenta y seis años antes que los puritanos.

La culpa, como siempre, recae sobre algunos de los fundadores de Iberoamérica: Hernán Cortés, Francisco Pizarro, Agustín de Iturbide e incluso Cristóbal Colón. No contentos con ello, ahora buscan una nueva víctima sobre la que descargar su ira unida a la gran ignorancia de la historia real y no es otro que Fray Junípero de Serra, el misionero que evangelizó baja y alta California. Desafortunadamente la gente ignorante cree a pies juntillas todas esas farsas, como palabras divinas, y eso es motivo suficiente para justificar y explicar las miserias indigentes de los países hispanos, que consideran todo lo que tenga que ver con la hispanidad como tóxico y basura. Están incluso los grupos de hispanos que hubieran preferido que fuera el pueblo inglés el conquistador… hasta con esa ignorancia de nuestra raza tenemos que cargar sobre el lomo. Si así hubiera sido, y hubieran sido los ingleses los conquistadores, otro gallo hubiera cantado sobre estos pueblos, porque de todos es sabido qué pasó con los indios que poblaban el territorio norteamericano.
Sabemos que hay un duro trabajo por hacer para impugnar la escoria de los liberales de América, que de manera deliberada avivan desde hace siglos la leyenda negra española, arrojando putrefactas palabras de toxina al mundo. Palabras que nunca podrán ocultar la realidad que afirmó Arturo Pérez Reverte al sentenciar que “los anglosajones apenas dejaron en Norteamérica indio vivo ni familia criolla”.

Todo esto es posible porque los políticos y gobernantes españoles son incapaces, gracias a su ineptitud y cobardía, de hacerse respetar dentro y fuera de las fronteras convirtiendo a una nación como la española en el hazme reír del mundo entero.
Queda mucho por trabajar, ¡nuestra identidad puede estar debilitada, pero jamás estará muerta! ¡Recordemos que solamente divididos seremos vencidos!

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