Autor: R.MA.G.

Los principios son duros. Es el nacimiento, y ya se hace en llanto vivo. Después la infancia, y cuesta olvidar las magulladas rodillas, atestiguando la lucha por el aprender a caminar. Llegada la pubertad, las inquietudes empiezan a volar con un constante cuestionamiento de hasta lo más razonable (y junto al razonamiento, la rebeldía).
Llegan los veinte, y ya escarmentado sabes lo que la vida puede llegar a ser. Tomas aire, te preparas para ella y asumes el papel que crees tener en ella. Los palos no dejan de llegar, pero el entrenamiento que has tenido te hace soportarlos y, sobre todo, superarlos. Sobrevive o perece, no hay más. Todo trata de, al fin y al cabo, tener vitalidad.
Tras la juventud, al común de los mortales les empieza a visitar progresivamente la fatiga de la edad, que disimuladamente va apagando el fuego interior de tantos, y es entonces cuando el crecimiento, el progreso vivido, entra en una fase de ralentización. Y lo que se ralentiza, para. Y lo que para, muere: es el destino final del aburguesamiento, de la comodidad, de la pereza.
No os hablo de personas, sino de civilizaciones. Y es que Roma caerá, sin más. Es el devenir de la Historia, el cuento que subconscientemente sabemos. La humanidad y sus épocas dan lugar a una carrera de relevos en la que se va pasando el testigo al corredor de dicho periodo. Los pueblos nacen, crecen, dominan y sucumben a otros más jóvenes (o rejuvenecidos).
Las personas sufrimos los años, los pueblos las herencias. Al igual que la edad frena la juventud, la comodidad frena la dominación de un pueblo frente a sus coetáneos. Y es el miedo a la muerte lo que nos arroja desesperadamente a aferrarnos a la vida, a sobrevivir. Ambos tenemos miedo a la muerte, a la incertidumbre del desaparecer. Y es entonces cuando surgen los Calígula y Nerón, al frente de aterrorizados súbditos. A gritos suplican distracción y amnesia con tal de no atender a la desesperación que a sus puertas llama.
Roma ardió, en un espectáculo de belleza, con los bárbaros a las puertas. Un delirio y una despedida anticipada bajo la armonía de la lira y el loco gobernador. Un fin anunciado.
Trump, los que van a sucumbir te saludan. Es en el otro lado del Atlántico donde la reencarnación de Rómulo y Remo ve a lo lejos las llamas de los norteños, y es que están llegando. Dispersos, van llegando. Y es que aunque el faraón diga qué es el día y qué es la noche, siempre amanece y el Sol sale por el Este. Y es que esta senectud no sabe que el soccer, hockey y béisbol son el circo dentro del que se refugian para no ver que todo está en llamas y un rubio Nerón canta. Y es que Roma caerá.

Scroll Up
A %d blogueros les gusta esto: