Pin parental y eutanasia

ISMAEL GUTIÉRREZ

Han pasado apenas un puñado de semanas desde que los titulares se encontraran anegados por la fanfarria democrática en torno al pin parental y la ley de suicidio asistido por el Estado, también conocida como «de eutanasia». Durante esas monótonas semanas donde los bien pagados optimates hispanos competían en ese concurso de necedades y brindis al Sol que es el parlamento, los resabidos periodistas, conocedores de todo, expertos en nada, debatían en cacofónicas tertulias acerca de las bondades y maldades de los nuevos productos que llegaban al mercado político español. Así, mientras algunos nos ofrecían las virtudes profilácticas del pin parental, otros nos hablaban de la eficiencia científicamente probada de la inyección letal para poner fin a una vida.
No nos engañemos, el pin parental no es una solución a nada sino que, más bien, es un parche a modo de condón para tratar de evitar la enfermedad que es la ideología de género, enfermedad de la que son portadores sintomáticos políticos, periodistas y, por desgracia, profesores y padres. Tratar de alejar a los infantes, aquellos más vulnerables a los poderes sugestivos de la autoridad, de la pandemia de nuestro tiempo no es más que un flaco favor, pues se puede huir del conflicto pero jamás se podrá triunfar mientras se corre. Vox, no sé si por ausencia de ideas, maldad o impotencia, ha creído que el primer paso en la guerra cultural ha de ser permitir el aislamiento de las nuevas generaciones cuando, más bien, tiene que ser prepararlas para estar en el mundo. Un mundo donde muchos han abrazado la ideología de género, un mundo donde muchos no van a hacer uso del pin parental. Hay que sacar de las aulas a los grupos ideológicos que el Estado infecto ha arrojado sobre las nuevas generaciones y eso no se hará hasta que los españoles dejen de ser conniventes, por acción u omisión, con la decadencia de nuestro país. Frente al condón parental, medida típicamente liberal en lo que de cobarde y pusilánime tiene, se debe defender la siempre efectiva acción directa, tan practicada por las llamadas izquierdas, en la forma de boicots, denuncias, manifestaciones, y ya, desde las instituciones, que los del partido Vox, si tan defensores son de nuestros hijos, den la cara para defender la ira de los justos.
Por otro lado, no podemos dejar de mencionar el producto estrella del PSOE (marca registrada): el suicidio asistido, la quintaesencia de la decadencia occidental. Para el PSOE (marca registrada) todo ser humano tiene que tener derecho a una «muerte digna», por lo que procede a facilitar un método de ejecución a los interesados, normalmente personas mayores y enfermos crónicos, que son los más sufridos (para la hacienda pública). ¡Anda ya! Nuestro partido de la rosa marchita ha inventado, una vez más, la pólvora al redescubrir el fenómeno del suicidio y es que no deja de ser gracioso que se miren con alarmismo las cifras del suicidio en tiempos de crisis mientras se pasa una ley que establece un proceso jurídico para obtener los mismos postreros resultados. Como en el caso de otras leyes emitidas por el PSOE (marca registrada), parece que el problema no es otro que poder controlar mejor a la población, ejerciendo de juez, jurado y ejecutor. Tal como hicieron con las relaciones sexuales ahora lo hacen con el acto suicida. ¡Damas y caballeros, que sepan que si se suicidan será a la manera del PSOE (marca registrada) o de ninguna manera! Y es que, sin entrar a juzgar el suicidio, el hecho de que el Estado pretenda someterlo bajo su extrema directriz, controlando todo el proceso de la muerte de una persona, es una verdadera abominación abierta a todo tipo de abusos tanto por las autoridades sanitarias, que supuestamente han jurado defender la vida, como por parte de avariciosos herederos y egoístas tutores, ansiosos de llenarse los bolsillos o de descargar un poco de la tensión que puede suponer cuidar a una persona en situación de dependencia. Una vez más, el Partido Socialista Obrero Español demuestra lo poco que le importan los más desfavorecidos, a los cuales usa como carne de cañón, lo poco que le importa la justicia social, que, en este contexto, se basa en dotar de alternativas y de ilusión por vivir a aquellos que ya no pueden continuar por este cruel sendero que es la vida. En definitiva, el PSOE demuestra, una vez más, que no es ni socialista, ni obrero, ni español y que, si hay algo que lo define, es ser una marca registrada, una marca comercial experta en vender humo a los desesperados, los acomplejados y los imbéciles. Todo siempre para mayor gloria de los señores feudales del capitalismo.

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