Autor: Gabriel García

La Operación Oikos supone otro escándalo más vinculado a la corrupción existente en el fútbol profesional. No es novedoso que existan futbolistas y ex futbolistas que utilizan su posición dentro del deporte convertido en negocio para sacar mayores cantidades económicas de las que ya perciben. Eso no quita para denunciar que la vinculación con el mundo de las apuestas, que a su vez se ha erigido en una de las principales lacras que padece la juventud española, es uno de los mayores elementos corruptores en el mundo del deporte profesional.

Ahora los medios, especialmente los deportivos, dan cancha a este asunto. Probablemente porque no tienen nada mejor de lo que hablar a la espera del cierre de la temporada oficial y las contrataciones del verano. Pero sería deseable que los medios, además de contar con pelos y señales quiénes eran los cabecillas de la Operación Oikos y su trayectoria profesional, explicaran a su audiencia cómo el negocio especulador de las apuestas mueve millones a lo largo del mundo sin importarle la ludopatía que genera. Apostar no será obligatorio para nadie, pero es evidente que los anuncios de las casas de apuestas en las principales televisiones y en la parafernalia vinculada a los eventos deportivos son una propaganda muy efectiva para las mentes maleables y en formación de los más jóvenes.

Los futbolistas detenidos, por desgracia, sólo son la cara visible de un mal. No basta con apelar a la ética y valores del deporte. Las instituciones deben poner fin a la especulación de todo tipo, incluyendo las casas de apuestas. O nuestra sociedad lamentará los efectos de la ludopatía de los jóvenes en un futuro más próximo de lo que parece.

 

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