Autor: Gabriel García
El pasado verano, con motivo del relevo en la Presidencia del Gobierno y la campaña permanente en que se ha convertido la política profesional, señalábamos que “con un gobierno socialista más preocupado de medidas como la ideología de género y la memoria histórica (algo que mediáticamente llama la atención y es más fácil llevar a cabo que la prometida derogación de la reforma laboral o la publicación de los amnistiados fiscales), volvemos a escuchar las llamadas al voto útil y a la convocatoria de unas elecciones generales anticipadas”. Meses después, la convocatoria anticipada de las elecciones generales vino motivada por la imposibilidad del Gobierno de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Y la llamada al voto útil ya estaba presente incluso antes de la multitudinaria concentración de Colón.
No hace mucho tiempo se ensalzaba, como parte de las bondades de la democracia, la convivencia de personas ideológicamente opuestas. Esto viene haciendo aguas desde siempre, pero no ha sido hasta ahora cuando muchos españoles han abierto los ojos. Los secesionistas, por ejemplo, nunca han querido convivir con el resto de los españoles, sino obtener réditos para su proyecto a largo plazo; esto, que los falangistas siempre tuvimos muy claro, no ha sido contemplado así por quienes creían (y siguen creyendo) a representantes empeñados en vender la moto de diferenciar entre nacionalistas y secesionistas. Uno de estos portavoces políticos es Pablo Casado, el mismo que tiene la osadía de llamar públicamente a otras formaciones políticas a no presentar candidaturas en determinadas provincias bajo la amenaza de beneficiar a Pedro Sánchez y a los secesionistas. Curiosamente, el líder de la formación aludida comparte con Pablo Casado un tiempo pretérito en el Partido Popular madrileño del cual ambos salieron beneficiados gracias a la influencia de Esperanza Aguirre (ahí están los expedientes universitarios y la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social). ¿No será que Pablo Casado teme la sangría electoral que se avecina para los populares, dado que la reciente fragmentación política dificulta la obtención de escaños más que nunca? En realidad, lo que preocupa al líder del Partido Popular no es un nuevo Gobierno socialista que pacte con los secesionistas (o nacionalistas, cuando quien cede a sus pretensiones es el Partido Popular). Lo que preocupa al chico de notas sobresalientes según iba escalando en la política profesional y del máster de dudosos méritos es que Santiago Abascal ocupe en el Congreso el papel que en el Partido Popular consideran patrimonialmente suyo.
Los que tenemos un cierto recorrido sabemos de sobra cómo se las gastan éstos del voto útil. No les basta con impedir legalmente que otras organizaciones puedan participar en unos comicios electorales por medio de trabas administrativas, a pesar de competir dopados en materia financiera y mediática contra organizaciones que tan sólo cuentan con los escasos recursos de su militancia. Ahora ya hasta se toman el lujo de instar a otros a que no les resten votos en las urnas con la archiconocida excusa del voto útil. Un voto útil que, conociendo sus numerosas traiciones al electorado que les aupó al poder en otras ocasiones y el recorte de derechos sociales sufridos durante sus legislaturas, ya sabemos de sobra que para nada sirve más que para mantener en el redil a sus votantes cuando éstos son conscientes del insulto recibido por parte de los mismos a los que votaron. Los falangistas nunca creímos en el voto útil a ningún partido del Régimen, de eso podemos estar muy orgullosos. El tiempo no deja de confirmar que, tal y como siempre defendimos, no hay caminos a la derecha… y tampoco a la izquierda. El camino de la dignidad humana, la justicia social y la unidad nacional no está en quienes han contribuido durante décadas a la liquidación de España por medio de las instituciones euroburócratas y autonómicas; y mucho menos en quienes convierten el patriotismo en un espectáculo de discoteca pija.
