Los animales son nuestra responsabilidad

Autor: Gabriel García

Supone un logro de primer orden el avance en la consideración de los animales como criaturas que forman parte de la creación. Por ello, no son admisibles los tratos denigrantes hacia estos seres vivos. Apoyaremos y fomentaremos todas las medidas tendentes a castigar más severamente los comportamientos impropios hacia ellos

(Pedimos y queremos. Materiales para la reconstrucción nacional[1])

 

Hace poco se viralizaba un tuit del escritor Arturo Pérez-Reverte recordando que, con el comienzo del verano, muchos de los cachorros regalados por Navidad serían abandonados en la calle. Para ser sinceros, servidor es incapaz de comprender cómo puede haber personas que cuiden durante meses de un animal y sean capaces de abandonarlo a su suerte en una carretera, bajo un sol mortal y condenado a muerte salvo milagro, por dos semanas de vacaciones en la playa. Insisto, no lo entiendo a pesar de vivir en un país donde todavía nos encontramos casos de animales hacinados y muertos por inanición en fincas privadas o donde hasta hace dos días colgaban a los galgos con una soga al cuello en un olivar. Eso por no hablar de los etiquetados como perros potencialmente peligrosos, cuyo número ha aumentado pese a la legislación presuntamente restrictiva, condenados en muchos casos a brutales peleas a muerte o a un chenil tras ser el juguete del macarra de turno.

 

Se critica, y con bastante razón, que el número de animales de compañía ha aumentado en nuestro país en la misma medida que desciende el de niños. Es un dato preocupante, sin duda. Pero deberíamos pensar a qué se debe. ¿Es simplemente a que la gente prefiere un perro, un gato o una cacatúa porque son más cómodos que criar un hijo y, además, al cabo de un tiempo pueden reemplazarlos por otro? ¿O tal vez busquemos en los animales la compañía y la confianza que somos incapaces de encontrar en otros seres humanos como consecuencia de una sociedad de valores egoístas? Con tono de profecía ya nos anunciaba Pierre Drieu La Rochelle que “el dialogo entre hombre y mundo, entre hombre y dioses, se veía reducido al mínimo, al fútil soliloquio ante un pobre auditor en cuyos ojos domesticados se había apagado ya el reflejo profundo y al que habían disfrazado con un abriguito[2]. Y eso que no llegó a ver las tiendas de ropa y peluquerías para mascotas, las peticiones de derechos humanos para los animales y los partidos animalistas con representación parlamentaria.

 

Entiendo que haya personas a quienes no les gusten los animales. A mí posiblemente no me gusten esas mismas personas y, casi seguro, los partidos a los que puedan haber votado. Ahora bien, los animales viven entre nosotros y su presencia nos obliga, aunque sea simplemente por razones de salud pública, a preocuparnos por su bienestar. Hablan en ocasiones los representantes políticos, y no sólo el PACMA, de legislar para garantizar sus “derechos”. La cuestión de si los animales pueden tener o no derechos sería un tema para otro artículo; de momento, sí debo defender que las medidas planteadas por algunas asociaciones y profesionales son muy racionales y ahorrarían los problemas relacionados con los abandonos y las camadas no deseadas: campañas de esterilización de mascotas y algunos animales semisalvajes, como las colonias de gatos; aplicación de la legislación que hace obligatorio el microchip en algunas especies, como los perros, ampliando la obligatoriedad a mascotas que no lo tengan; inscripción de los animales domésticos en registros, contratos de adopción…

 

Como con otros muchos problemas, más que en impulsar leyes que quedan muy bien de cara a la galería se debería trabajar en hacer cumplir lo ya legislado. Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y los diversos organismos oficiales tienen material suficiente en el Código Penal para castigar los abandonos y malos tratos que puedan producirse en nuestro territorio. Pero si a las instituciones les preocupan poco los seres humanos más allá de las campañas electorales, ¿acaso les van a quitar el sueño unos animales que no votan y, además, dejarían de ser un problema en cuanto la naturaleza o la mano del hombre los quite de en medio? Con razón la nueva sensibilidad de los españoles hacia los animales ha hecho subir electoralmente a una formación como el PACMA. No obstante, no deja de ser otro partido contagiado por el progresismo más aberrante. ¿Podría el patriotismo social y revolucionario asumir la defensa de un trato ético a los animales, dentro de una sana concepción del Derecho Natural? Estoy firmemente convencido que sí; pero no por un vulgar y mezquino electoralismo, sino por una cuestión de justicia y sentido común.

 

[1] Pedimos y queremos. Materiales para la reconstrucción nacional, Norberto Pico (coordinador), Ediciones Barbarroja, 2014, Madrid; pág. 90.

[2] La Rochelle, P.D.; Diario de un hombre engañado, Editorial Bruguera, 1981, Barcelona; pág. 96.

 

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