¿Libertad de expresión?

Autor: Carlos Cervera

Estos días estamos asistiendo a un espectáculo ridículo. Ese espectáculo no es otro que el de los cabestros imberbes llamados antifascistas que actúan en barrios y pueblos como unos caciques a la antigua usanza. Son quienes, en un supuesto alarde de valentía, que no es tal, se dedican a arrancar carteles y pegatinas que los falangistas han ido pegando por las calles y barrios para dar a conocer al vecino, al joven, al jubilado… En definitiva, al ciudadano, el mensaje nacional sindicalista. Estos elementos de la extrema izquierda  más rancia que se pasea por las calles, asustando mediante  espectáculos del más absoluto ridículo y una ordinariez que solamente saben hacer ellos, no son conscientes, muy a mi pesar ya que muchos de ellos tienen una edad ideal en la que poder  llevar a cabo la autentica lucha por una justicia social.

Sus mentalidades son las de un producto  que trabaja para satisfacer los deseos del aparato político del Sistema. Un Sistema que busca callar la autentica voz rebelde. Un producto que da alas a formaciones derechistas y ultraderechistas como una especie de “contra” en la que el ciudadano pueda refugiarse. Por miedo, por inseguridad.

El antifascismo nos es otra cosa que el recogedor de las ideas fracasadas. No es más que eso, como digo, un producto que actúa como guardia de la porra del Sistema. Lo que hace que tanto izquierdas y derechas respiren tranquilos pensando que nosotros, los falangistas, no vamos a ser escuchados. Les asusta nuestro discurso. Les asusta que decimos la verdad. Pese a que pretendan callarnos, vamos a seguir dando a conocer nuestro proyecto. El proyecto de una democracia participativa, verdadera. La defensa de la vida, la justicia social y la unidad nacional.

 

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