Juan Carlos de Borbón y el Gobierno progre

GABRIEL GARCÍA

No recuerdo dónde ni a quién he leído que el Partido Socialista está deseando quitarse de encima a sus socios gubernamentales de Unidas Podemos, del mismo modo que un perro se rasca para librarse de las pulgas que lo atormentan. Que me disculpe el autor de tal alegoría, ya que no es mi intención apropiarme de la misma. En cualquier caso, es lo que viene a dejar en evidencia la huida o exilio anticipado, según se mire, de Juan Carlos de Borbón ante los escándalos que la prensa lleva aireando desde hace semanas. Lejos quedan ya los tiempos en que el todavía Rey Emérito era un aficionado más desgañitándose con los goles de España en la Eurocopa de 2008 y en el Mundial de 2010; ahora cualquiera que no le conociera, si tuviera como única referencia lo difundido por los principales canales de televisión, pensaría que es un anciano mujeriego y entusiasta por acumular billetes. Cómo posicionarse ante semejante contratiempo ha conllevado otra fricción más dentro del actual Gobierno de coalición progre.

 

Como era de esperar, los socialistas son parte fundamental del Régimen de 1978 y no van a sumarse con entusiasmo a lancear al monarca bajo cuyo reinado tantos negocios y triquiñuelas han podido sacar adelante, de ahí que diferencien tanto entre la persona y la institución (como si la Jefatura de Estado hubiera sido asumida por muchas más personas aparte de Juan Carlos de Borbón desde 1975 hasta 2014), porque a fin de cuentas son lo bastante inteligentes como para no tirar piedras sobre su propio tejado; los ministros de Unidas Podemos, por su parte, cumplen con su tradicional rechazo a la monarquía por la identificación que hacen de ésta con la nación histórica de España (exactamente lo mismo que les sucede con otros asuntos, como la religión católica y la tauromaquia), y en un genial ejercicio de funambulismo reinterpretan la Historia más reciente y buscan empalmar la república plurinacional a la que apelan con la Segunda República de 1931, previo sacrificio de la izquierda durante el franquismo, la Transición y la democracia sufriendo el acoso y desprecio de los poderosos de este país encarnados hoy políticamente en las tres derechas parlamentarias (como todos sabemos, para los progres la derecha del PNV no entra en esa categoría porque suele estar dispuesta a pactar con ellos; la derecha secesionista catalana, en cambio, es una aborrecible derecha o un aliado respetable en función de las circunstancias).

 

Habrá que esperar para conocer si el reciente viaje expiatorio de Juan Carlos de Borbón (así lo venden al menos sus defensores) tiene alguna repercusión real en el Gobierno de España. Si algo está claro es que a Pedro Sánchez sólo le importa Pedro Sánchez. Al contrario que sus predecesores socialistas en la Presidencia del Gobierno, parece ignorar que las elecciones son una puesta en escena de una estructura política de la cual él es más un adorno que un agente activo. El narcisismo del que hace gala tan a menudo el hoy Presidente del Gobierno es detestado incluso por alguno de los más insignes de sus filas. Ahora mismo, tan viable es pensar que pueda producirse una ruptura del pacto entre el Partido Socialista y Unidas Podemos como que los barones socialistas vuelvan a mover ficha para quitarse de en medio, aunque sea a largo plazo, a quien no parece comprender cuál es su lugar en el entramado institucional del Régimen de 1978.

 

A los españoles nos esperan meses muy duros por delante a causa de la pandemia y sus estragos sanitarios y económicos. Ante semejante panorama, que un rey jubilado se mude a Portugal o a la República Dominicana no deja de ser una anécdota ante la incertidumbre de no saber cómo vamos a llegar a final de año y, sobre todo, porque aquí nos quedamos con un Gobierno que tiene por ministros a gente como Pablo Iglesias e Irene Montero, que considera gente respetable a Gabriel Rufián y a la cuadrilla de Bildu, y que, entre otras cosas, ha proclamado como un descubrimiento fascinante sobre la expansión del coronavirus la latitud de los meridianos (ahí está en YouTube la explicación de Carmen Calvo) y que Portugal está más al oeste respecto a China que España y por eso nos hemos visto más expuestos. Pensándolo bien, Juan Carlos de Borbón no huye ante sus posibles problemas con la Justicia y con la Agencia Tributaria, un hombre de su status no tendrá problemas para encontrar abogados que le saquen las castañas del fuego; si de algo pretende escapar es de que su obra, el Régimen de 1978, no termine devorándolo a él también en la vorágine autodestructiva en que se haya desde la crisis económica de 2007.

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