Falange vs Identitarios

Autor: Gabriel García

Hace unos días, participando en el programa En Marcha de Falange Española de las JONS, se dedicaron unos minutos a la acusación de conversión ideológica de nuestra organización al identitarismo con motivo de la coalición ADÑ y su lema Identidad Española. Reconociendo la encerrona, Norberto Pico consideró oportuno plantear mi opinión al respecto. Como lector ávido sobre movimientos políticos y sin ser un experto en el tema, no pude más que remitir a la recopilación ¡Identitarios de Europa, uníos! de Jesús Sebastián Lorente publicada por Ediciones Fides, hasta ahora lo único que he leído en español sobre esta corriente surgida en Francia a comienzos del siglo XXI; y de la cual me quedó la impresión de que los movimientos identitarios, con los cuales hay quien con mejor o peor intención nos quiere homologar, pecan de un cierto tribalismo en su concepción vital que los falangistas no podemos asumir. Es posible que la breve explicación que di sobre el tema haya podido dejar dudas, así que quisiera aprovechar este espacio para explicar con más detenimiento por qué Falange Española de las JONS no puede ser esa organización identitaria que algunos quieren ver.

 

El movimiento identitario surge en Francia en el año 2002. La ilegalización de una organización llamada Unité radicale y una evolución ideológica en el sector nacional-revolucionario, provocada por los atentados del 11 de septiembre de 2001 que hicieron ver en el Islam una amenaza destacable sobre la inmigración en general, condujeron a la aparición de una organización política llamada Bloc Identitaire. A su alrededor surgieron otras entidades juveniles y asociativas que buscaron su hueco en un espacio político dominado claramente por el Front National de los Le Pen, con el cual la relación ha sido compleja aun produciéndose trasvases de militancia[1].

Lo mejor para comprender este movimiento político será tomar la palabra de Philippe Vardon, uno de los pimeros dirigentes identitarios y hoy dirigente de Rasseblement National (refundación del Front National) y comparar su discurso con el nacionalsindicalismo de Falange Española de las JONS. Estas declaraciones han sido recogidas de la recopilación de Jesús Sebastián Lorente, por lo que son anteriores a la actual militancia de Philippe Vardon y en nada cuestionan su actual posicionamiento; no obstante, sirven de interés para conocer la cosmovisión de los identitarios franceses y ciertos aspectos que chocarían frontalmente con los falangistas.

 

La primera gran diferencia que encontramos entre identitarios y falangistas radica en la concepción del patriotismo y la nación. Según expuso Philippe Vardon, “ser identitario es defender, en cualquier circunstancia, en su compromiso militante, asociativo o sindical, pero también en su comportamiento cotidiano, la identidad étnica y cultural que nosotros detentamos. Es conducirse como europeos y oponerse a todo aquello que pueda atentar contra esta identidad.

Los Identitarios reúnen así a todos aquellos que consideran que la preservación de las identidades frente al compresor rodillo mundial es una misión histórica. Nosotros queremos elevar el nivel de la identidad frente a la uniformidad.

El compromiso identitario nace del arraigo y, por tanto, de la idea de que nosotros somos fruto de una tierra y de un linaje, el eslabón de una cadena.

Ser identitario no es ni un dogma ni una ideología, sino por el contrario, un principio fundado sobre lo real, sobre lo que nosotros somos[2].

Igualmente, justificaba que “la identidad defendida por los Identitarios es plural y se articula en varios niveles: la identidad carnal (regional), la identidad histórica (francesa) y la identidad civilizacional (europea). Para nosotros, estas identidades son complementarias[3][4].

No hay duda que la complementariedad de las identidades locales, regionales, nacionales y continentales es algo compatible con el nacionalsindicalismo, el cual siempre ha reivindicado las aspiraciones históricas y futuras de España más allá de sus fronteras a la vez que una cierta descentralización administrativa y defensora del patrimonio cultural. Pero resulta interesante contrastar esta visión de los identitarios con el comienzo del último artículo elaborado por José Antonio Primo de Rivera:

Un criterio superficial de la Historia tiende a considerar España como una especie de fondo o substratum permanente sobre el cual desfilan diversas invasiones, a las que nos hace asistir como solidarios con aquel elemento aborigen. Dominación fenicia, cartaginesa, romana, goda, africana… De niños hemos presenciado mentalmente todas esas dominaciones en calidad de sujetos pacientes; es decir, como miembros del pueblo invadido. Ninguno de nosotros, en su infancia romancesca, ha dejado de sentirse sucesor de Viriato, de Sertorio, de los Numantinos [sic]. El invasor era siempre nuestro enemigo; el invadido nuestro compatriota.

Cuando la cosa se considera más despacio, ya al apuntar la madurez, cae uno en esta perplejidad: después de todo -se pregunta- no sólo mi cultura sino aún mi sangre y mis entrañas ¿tienen más de común con el celtíbero aborigen que con el romano civilizado? Es decir, ¿no tendré un perfecto derecho, aún por fuero de la sangre, a mirar la tierra española con ojos de invasor romano; a considerar con orgullo esta tierra no como remota cuna de los míos sino como incorporada por los míos a una nueva forma de cultura y de existencia? ¿Quién me dice que, en el sitio de Numancia, haya dentro de las murallas más sangre mía, más valores de cultura míos, que en los campamentos sitiadores?

Quizá podamos entender esto señaladamente bien los que procedemos de familias que han visto nacer muchas de sus generaciones en la América hispana. Nuestros antepasados transatlánticos, como nuestros actuales parientes de allá, se sienten tan americanos como nosotros españoles; pero saben que su calidad americana les viene como descendientes de los que dieron a América su forma presente. Sienten a América como entrañablemente suya porque sus antepasados la ganaron. Aquellos antepasados procedían de otro solar, que ya es, para sus descendientes, más o menos extranjero. En cambio la tierra en que actualmente viven, siglos atrás extranjera, es ahora la suya, la definitivamente incorporada por unos remotos abuelos al destino vital de su estirpe.

Estos dos puntos de vista descansan sobre dos maneras de entender la patria: o como razón de tierra o como razón de destino. Para unos la patria es el asiento físico de la cuna; toda tradición es una tradición espacial, geográfica. Para otros la patria es la tradición física de un destino; la tradición, así entendida, es predominantemente temporal, histórica[5].

¿Patria como razón de tierra o como razón de destino? Es evidente que para los identitarios la clave está en lo físico, de ahí sus apelaciones al arraigo y a ser fruto de una tierra; los falangistas, en cambio, vemos la nación como resultado de un proceso histórico donde lo fundamental está en qué proyecto político se establece sobre un territorio más que la población que lo habita.

 

Hemos visto que los identitarios no se consideran militantes de una ideología política concreta, al contrario que los falangistas respecto al nacionalsindicalismo. Tampoco hay que dejar de lado que “los Identitarios no se reconocen en ninguno de los movimientos surgidos en el siglo XX, pues la mayoría, de esencia totalitaria, han conducido a Europa a una lamentable guerra civil y la han debilitado de tal forma que la sometieron a la dominación comunista en el Este y a la norteamericana en el Oeste[6]. Curiosamente, los identitarios tienen su origen en los nacional-revolucionarios que a su vez se consideran herederos de los “fascismos” opositores a los pactos con la burguesía[7]. Aquí, en lo que respecta a Falange Española de las JONS, es muy evidente que un movimiento político surgido en la Europa de entreguerras no puede transmutarse en un movimiento identitario por la simple razón de que estaría renunciando a todo su patrimonio ideológico e histórico; además, en el caso de que se produjera tal renuncia, sería imposible que un movimiento identitario llevara el nombre de otro con claras referencias a un periodo histórico con el cual no se identificarían.

 

Otro punto de divergencia está en la economía. Los identitarios rechazan el actual modelo económico del capitalismo neoliberal “por oposición al capitalismo de empresa, de los emprendedores, el capitalismo productivo noble y arraigado. Por su vocación universal, el capitalismo neoliberal atraviesa las fronteras y amenaza con la uniformización mundial promoviendo el modelo de ciudadano-consumidor (por oposición al antiguo modelo europeo de ciudadano-soldado) que supuestamente vive en la mejor cosmópolis planetaria y que está desprovisto de toda vida espiritual y de cualquier otro valor que no sea la posesión de objetos[8]. Como alternativa económica plantean una especie de capitalismo intervenido por el Estado y de ámbito local: “Nosotros no somos colectivistas. Sin embargo, no pensamos que el capitalismo actual –capitalismo financiero de la especulación y de la usura, de las deslocalizaciones y el dumping social- sea la respuesta adecuada a la utopía colectivista.

Lo que nosotros queremos es, por un lado, la reintroducción de la noción de “mesura” y de “lugar” en la economía; por otro, la sumisión de la misma a la voluntad política.

Claramente, nosotros deseamos una economía relocalizada, privilegiando los circuitos más cortos entre productores y consumidores, una economía basada en el artesanado, el campesinado (la autosuficiencia alimentaria es una prioridad) y la empresa familiar y comunitaria de pequeño o mediano tamaño, una economía que responda a las necesidades de la colectividad y no de aquellos individuos de voracidad sin límite. En esta economía restablecida en lo razonable, el Estado sirve para determinar los objetivos y las orientaciones, pero también para encuadrar, vigilar y sancionar las eventuales derivas o los abusos, siempre dejando, no obstante, una gran libertad a la iniciativa empresarial. El capitalismo llamado “alpino” o “renano”, el de las PYMES, hace frente al del gran capital, en materia de innovación y saber-hacer (invierte en el capital “humano”), el cual nos parece un modelo a mantener y desarrollar[9].

Su visión sobre la moneda única de los Estados miembros de la Unión Europea tampoco resulta muy novedosa: “Contrariamente a los soberanistas, los Identitarios consideramos que el euro debe mantenerse a condición de convertirse (por fin) en un instrumento de poder monetario y económico para los pueblos europeos. Es en esta necesaria óptica que la gestión de esta moneda europea debe llevarse a cabo por el poder político y no por una banca independiente[10].

Para terminar con el apartado económico identitario, hay que destacar su visión sobre el comercio interior y su defensa de los aranceles internos: “Los economistas Identitarios han desarrollado la idea de una “desimposición” de la proximidad, tanto para la producción como para la contratación. Así, ciertos impuestos se ajustarían en función de la distancia. Una familia bretona pagará un impuesto o una tasa inferior sobre los servicios prestados o producidos por una empresa bretona, y un impuesto o tasa superior si lo son por una empresa parisina, e incluso muy superior si está situada en China.

Una tal imposición en función de la distancia (o de desimposición en función de la proximidad) incitaría a los consumidores a recurrir a las empresas o a los servicios, o al personal, más próximos geográficamente y, por tanto, también culturalmente. Se trata de una medida económica que incita progresivamente a relocalizar la economía[11].

Estas propuestas económicas de los identitarios resultan muy escasas en comparación con las expuestas por Jorge Garrido en su ensayo Manifiesto Sindicalista en cuanto a los objetivos económicos del nacionalsindicalismo: rechazo de la propiedad capitalista y reajuste de los tipos de propiedad (individuales, familiares, municipales, sindicales y nacionales) sindicación profesional obligatoria, reparto de plusvalías, planificación económica entre Estado y Sindicatos Verticales, nacionalización de sectores estratégicos (banca, moneda, recursos naturales, servicios públicos, empresas de interés nacional y seguros), reforma agraria y soberanía monetaria (es decir, rechazo al euro como moneda comunitaria entre Estados). Para más información sobre las alternativas económicas del nacionalsindicalismo, pueden consultarse en el artículo “El nacionalsindicalismo como alternativa al capitalismo”, disponible en la web de Ateneo Azul.

 

Como falangistas está claro que no somos identitarios por concebir la Historia y la Nación de un modo dinámico y no estático, por ser herederos de un movimiento con un pasado histórico del cual no podemos ni debemos desprendernos, y por promover una revolución económica y no una mera intervención estatal. Por otra parte, es indiscutible que los métodos de trabajo y la militancia de los movimientos identitarios son dignos de ser tenidos en cuenta, aunque sólo sea por el público mayormente juvenil que los sigue.

[1] N. del A.: El acercamiento entre identitarios y fuerzas parlamentarias abiertamente euroescépticas no es exclusivo de Francia. En Alemania se estaría produciendo un fenómeno similar entre Alternativa por Alemania, Pegida y el Movimiento Identitario.

“El nuevo rostro de la ultraderecha alemana: AfD, Pegida y “grupos civiles” codo con codo”, Jerez, Andreu; El Confidencial, 04/09/2018:https://www.elconfidencial.com/mundo/2018-09-04/ultraderecha-union-alemania-afd-pegida-civiles_1611325/

[2] Jesús Sebastián Lorente (coord.), ¡Identitarios de Europa, uníos!, Ediciones Fides, Tarragona, 2017; pág. 158.

[3] Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 158.

[4] N. del A.: El concepto identitario ha sido utilizado en España en relación al secesionismo vasco y catalán. Curiosamente, Philippe Vardon menciona como aliados europeos de los identitarios franceses a la Lega Nord italiana y al Vlaams Belang belga (Visto en Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 186), organizaciones que en algún momento han mostrado su apoyo a la causa secesionista en Cataluña. Queda la duda sobre el conocimiento real que los identitarios tienen sobre los problemas internos de otros países, como es el caso de España, o si realmente son conniventes con el secesionismo.

 

[5] Primo de Rivera, José Antonio; “Germánicos contra bereberes; 15 siglos de Historia de España”, Obras Completas. Edición del Centenario, Plataforma 2003, Madrid, 2003; págs. 1543 y 1544.

[6] Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 162.

[7] Para más información, es recomendable la lectura del ensayo ¿Qué es ser Nacional-Revolucionario? de Juan Antonio Llopart, Ediciones Fides, 2015.

[8] Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 164.

[9] Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 170.

[10] Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 170.

[11] Jesús Sebastián Lorente (coord.), op. cit., pág. 172.

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