El confinamiento que sí existió

GABRIEL GARCÍA

«En muchas ocasiones, cuando hablamos del estado de alarma, lo identificamos con el confinamiento, y no es cierto. El confinamiento fue parte de ese estado de alarma en sus primeros estadios, en el mes de marzo y en el mes de abril, pero finalmente el confinamiento no existió, existieron fases de desescalada que fueron amparadas por el estado de alarma«, fueron las declaraciones de Pedro Sánchez en La Sexta que tanto revuelo han provocado en las redes sociales.
Maldito Bulo, iniciativa a priori independiente pero cuyos responsables son claramente afines al Gobierno sanchista, justifica así las palabras pronunciadas por el presidente del Gobierno: «A diferencia de los meses de marzo y abril, cuando el estado de alarma impedía salir de casa excepto por motivos excepcionales, la fase de desescalada fue ampliando la lista de actividades permitidas de forma gradual, según la situación epidemiológica de cada comunidad autónoma (…)
En la fase 0, la más restrictiva de todas, se permitía la salida de los menores a la calle durante una hora, así como la salida de los adultos para hacer ejercicio. También se podía acudir a algunos establecimientos con cita previa y encargar comida a domicilio, entre otras actividades permitidas.
En definitiva, Pedro Sánchez no dijo en la entrevista que el confinamiento «nunca existió», dijo que «no existió» durante la fase de desescalada. Además, el presidente del Gobierno aseguró que el confinamiento sí existió en los meses de marzo y abril«. Según la web de Ana Pastor, a partir de mayo y hasta el levantamiento del estado de alarma no nos encontrábamos en situación de confinamiento porque se nos iba permitiendo realizar algunas actividades en la calle.
Es posible que exista un universo alternativo donde Pedro Sánchez resultara ser un buen gestor de la pandemia coronavírica, el mismo donde Pablo Iglesias continuaría residiendo en su casoplón de Galapagar pero como líder de Vox, y donde Santiago Abascal fuera un currito más que madruga para coger el Metro de Madrid, habiendo desempeñado además el servicio militar. Pero estoy plenamente convencido de que no vivimos en ese universo, ni quien escribe estas líneas ni quien las lee, y que estuvimos confinados hasta el levantamiento del estado de alarma en el mes de junio, con independencia de las mayores o menores permisividades que las autoridades concedieran. Porque salir una hora de paseo y no poder pisar la calle de nuevo salvo para cuestiones esenciales, como hacer la compra o acudir a un centro médico, se llama confinamiento, se pongan como se pongan Pedro Sánchez y Ana Pastor.
Que no pretendan engañarnos. España permaneció como un país confinado hasta hace unos meses y se justificó en la necesidad de prevenir el aumento de los contagios por coronavirus. Los españoles, a pesar de la obsesión institucional y mediática por hacerles responsables del aumento de los últimos contagios, respondieron de modo ejemplar y permanecieron en sus hogares. Quienes no estuvieron a la altura fueron los representantes institucionales, más preocupados por hacer grandes declaraciones de cara a la prensa o por sacarse fotos para sus redes sociales, cuya única respuesta ha sido la promulgación de restricciones absurdas que delatan su desconocimiento sobre la realidad cotidiana de millones de españoles. Y el panorama no ha cambiado mucho.
Hubo confinamiento hasta el final del estado de alarma, no existió ningún comité de expertos asesores y el Gobierno no ha parado de ocultar el número real de fallecidos a causa del coronavirus. Son tres verdades irrefutables que sólo pueden tergiversarse con muy mala fe, por estupidez o mediante leyes de memoria histórica. La duda está en si nos impondrán la versión oficial a partir del próximo año o esperarán varias décadas para ahorrarse disidentes.
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